Salmo 116:1, 10-17 ; Éxodo 12:1-14; 1 Corintios 11:23-26; Juan 13:1-17, 31b-35
Última Cena, Eduard von Gebhardt, alemán/estonio, 1870 óleo sobre lienzo, Galería Nacional de Berlín
Ves, incluso en la Biblia necesitabas lavarte durante 20 segundos...
La idea de que estamos llamados a arrodillarnos y servir es difícil. A la mayoría de nosotros nos parece bien el trabajo duro, el tipo de servicio en el que nos mantenemos orgullosamente erguidos sudando. O recaudando fondos y organizando y manteniendo las cosas en funcionamiento, frunciendo el ceño para dar con la respuesta adecuada a un problema complejo. Mi experiencia es que la gran mayoría de la gente, la inmensa mayoría de los cristianos, está dispuesta a firmar para ese tipo de trabajo, para blandir un martillo, arrancar la motosierra o repartir cenas calientes a los hambrientos, para organizar una gran fiesta por una gran causa o enviar un cheque en un momento de necesidad. Lo que es mucho más difícil es hacer las cosas que no se aplauden, que en realidad ni siquiera se notan.
Estamos en medio de una crisis nacional y, sin embargo, se sigue recogiendo la basura, se siguen abasteciendo las estanterías, se siguen entregando las mercancías y se siguen plantando los cultivos. La mayoría de las veces, la gente que hace esas cosas pasa bastante desapercibida, excepto si alguien se queja de que hay demasiados camiones en la interestatal (que fue diseñada para camiones y militares, no para viajes de compras casuales a la Gran Ciudad) o de cómo huelen los campos después de una aplicación de estiércol líquido. Esos trabajos son ministerios, amigos: como Jesús lavando los pies, la gente que los hace recibe pocos aplausos. De acuerdo, la querida Angela Merkel llamó a los almacenistas héroes nacionales en su discurso al pueblo alemán hace un par de semanas, pero ¿quién escucha los discursos alemanes? Este es el día en que la Iglesia nos recuerda con bastante fuerza la importancia de esos ministerios, de esos trabajos. Jesús, con pocas horas de libertad, eligió hacer ese trabajo en lugar de pontificar o presidir o predecir o planificar. Porque es al hacer lo que pasa desapercibido, lo que no se aplaude, cuando a veces podemos marcar la mayor diferencia.