Salmo 83; 1 Macc. 1:1-28; Ap. 19:1-10; Mat. 16:1-12
Es divertido que las lecturas de hoy comiencen con I Macabeos y su relato de las aventuras militares de Alejandro Magno y sus sucesores, los Diadocos. Feliz Día de los Veteranos, y tómate un momento para agradecer a los que han servido en el ejército de nuestra nación para proteger tus derechos, y para recordar a los que dieron el último sacrificio en ese servicio. En nuestra propia parroquia, un saludo a Bill y Kevin y Gabe y Doug y Chase y todos los demás que han servido en los últimos años en conflictos a menudo ignorados e ingratos.
Pero hay que tener en cuenta que el lenguaje militar de I Macabeos no es del todo halagador. El servicio y el sacrificio son nobles, pero si son para fines innobles, como el ego de un rey loco en Antioquía, entonces la nobleza de todo esto se empaña un poco. Estos Diadochi, rápidamente comienzan a jugar con la vida de otras personas para su propio engrandecimiento personal, para satisfacer su propio ego. "Con el fin de reinar sobre ambos reinos". Conociendo un poco la historia helenística, puedo decir con cierta seguridad que los seléucidas (la familia de Antíoco Epífanes) nunca consiguieron reinar eficazmente ni siquiera sobre su propio reino: perdían constantemente provincias fronterizas a manos de los rebeldes, desde Pérgamo en el oeste (que se perdió a manos de un eunuco ambicioso que robó el tesoro real) hasta Bactriana en el este. Incluso en su propio centro, apenas podían controlar el campo, con señores de la guerra semi-independientes que ignoraban más o menos la autoridad real por todas partes. ¿Quién necesita un segundo reino cuando ni siquiera puede gobernar el que tiene?
Así que toda la sangre derramada en el campo de batalla por esos valientes guerreros (y eran valientes, sin duda) fue en vano. Y ahí, amigos, hay un buen recordatorio en este Día de los Veteranos. Todo servicio es honorable, pero no todo es útil. Es importante que nosotros, los ciudadanos, nos aseguremos de que nuestras mujeres y hombres de uniforme sean llamados a servir en el camino del daño sólo para las cosas que realmente importan, sólo en los esfuerzos de verdadera importancia. Se lo debemos a ellos: asegurarnos de que el conflicto, cuando sea inevitable, tenga que ver con la sustancia y no con el ego. Cuando enviamos a alguien a arriesgar su vida y su integridad física, no sólo debemos agradecer su servicio, sino que también debemos estar muy atentos y seguros de que su riesgo contribuirá a lograr resultados importantes y alcanzables. De lo contrario, son muchos elefantes en el camino hacia el Nilo.