Salmo 5, 6; Jer. 36:27-37:2; 1 Cor. 14:1-12; Mat. 10:16-23
Pasamos tanto tiempo preparando nuestras defensas de antemano: es como si nuestra vida cotidiana fuera un juicio con jurado y estuviéramos siempre tratando de ganar el palco para nuestro lado. En lugar de escuchar y tratar de entender, pasamos el tiempo sin escuchar y tratando de silenciar. Mis florituras retóricas, el número de mis ALL CAPS, el uso de palabras que envenenan el pozo, los ad hominems y las pendientes resbaladizas, son todas herramientas que utilizamos para ganar. Pero a veces, mi victoria es nuestra derrota: a veces, es en el mismo acto de compromiso donde todos avanzamos juntos. Al fin y al cabo, Dios transigió con nosotros: después de no haber podido persuadirnos con una mano poderosa, un brazo extendido y un estruendoso "no lo harás", se dignó a darse a conocer como un bebé, el más indefenso de todos los indefensos, y luego pasó a perdonar a los que creían haber ganado la partida.
Sí, sé prudente, pero también sé inocente. Deja de preparar tu defensa de antemano: a veces, incluso puedes descubrir que, para empezar, nadie te perseguía, que fue tu actitud pugnaz la que hizo subir la temperatura. Sé prudente, pero inocente, y mantén el rumbo. Sin tener que consultar tus notas mientras la otra persona habla...