Salmo 119:1-24; 1 Reyes 3:1-15; Hechos 27:9-26; Marcos 14:1-11
En una ocasión, un amigo sarcástico y ligeramente ebrio me espetó, entre copas y alitas de pollo, que toda mi fe estaba fuera de lugar porque "piensa en todos los campesinos hambrientos que podrían haber sido alimentados en lugar de construir Notre Dame". Le indiqué que la construcción de Notre Dame y todos esos "derroches inútiles de recursos llamados iglesias" a lo largo de los siglos habían dado trabajo a muchos campesinos hambrientos. La réplica fue rápida. Claro, por supuesto que dirías eso: tu Jesús estaba dispuesto a gastar todo ese dinero en ungüento para sus pies. A los pobres los tienes siempre contigo. La iglesia debería eliminar la pobreza, no glorificarla'. Mi respuesta, que él estaba en una posición peculiar para criticar dado que iba a dedicarse al derecho corporativo en lugar de dirigir comedores sociales, amenazó con desbaratar nuestra amistad por completo, pero las cosas se salvaron llamando juiciosamente al camarero para que rellenara su vaso.
Es un poco chusco, ¿no?, quejarse de que otras personas hagan regalos a terceros. Sería como si yo me quejara de que un joven enamorado no debería comprarle a su chica un diamante, sino que debería dar el dinero para salvar la selva tropical. Porque es completamente posible hacer dos cosas a la vez, andar y mascar chicle, hacer regalos y también hacer buenas acciones. Las personas generosas tienden a serlo no sólo con sus allegados, sino con el mundo que les rodea. La mosca en la sopa... erm, el defecto del argumento... es que presupone una realidad de suma cero. Supone que el nardo es el único regalo que la mujer ha hecho a alguien, que la gente que pagó Notre Dame no le dio nunca un mendigo porque su presupuesto para donaciones se había cubierto con esa vidriera, que el joven del anillo no hace nunca un cheque a organizaciones benéficas medioambientales.
Pero eso no es realmente exacto, ¿verdad? Philanthropy Roundtable, una fuente en línea de buena reputación, citó varios estudios en 2019 que encontraron que las personas religiosas dan (aproximadamente) 5 veces más a las organizaciones benéficas que las personas no religiosas, además de ser voluntarios con aproximadamente el doble de frecuencia. Por supuesto, gran parte de esas donaciones y del voluntariado se destina a la construcción de catedrales y a la enseñanza de la escuela dominical y al pago del clero, y muchas gracias por ello, por cierto.
Las organizaciones religiosas también dirigen la mayoría de los refugios para personas sin hogar de Estados Unidos, 1/3 de todos los hospitales y residencias de ancianos, escuelas, programas de reasentamiento de refugiados, etc. Carthage sería, sin duda, una ciudad muy diferente si los episcopales no hubieran construido una residencia de ancianos y fundado el refugio para personas sin hogar, si los católicos no dirigieran una escuela y nuestro hospital local, si el Ejército de Salvación nunca hubiera abierto sus puertas para el almuerzo gratuito. E incluso si se ignora todo eso, las personas religiosas siguen dando más a las organizaciones benéficas no religiosas, por término medio, que las no religiosas. Es posible que dos cosas sean ciertas al mismo tiempo: es posible malgastar el dinero en preciosos nardos y catedrales y seguir alimentando a los hambrientos y celebrando reuniones de Alcohólicos Anónimos en tu sótano.
Lo cual es mi manera de decir, a quienquiera que sea la misteriosa mujer, que aplaudo su generosidad. Pero estoy bastante seguro de que es sólo una pequeña parte de una vida vivida generosamente con todos los que la rodean.
