Salmo 102; 2 Samuel 15:19-37; Hechos 21:37-22:16; Marcos 10:46-52
Mi Maestro, déjeme ver de nuevo.
He mirado tanto y durante tanto tiempo los relucientes premios del mundo, y sus espantosos terrores, que mis córneas morales están empezando a grabarse. Como mirar un eclipse, he dañado mi vista. No de forma intencionada, sino porque los premios brillantes son tan brillantes y ofrecen tanto (¡pero no te olvides nunca de leer la letra pequeña!), y porque los terrores aterradores son tan abrumadores (todo se desmorona, ¡oh, querido, oh, querido!). Claro, soy un hombre de fe: Rezo y leo las Escrituras y me esfuerzo por mirar con ojos de amor a todos los que se cruzan en mi camino, y esto último, amigos, no siempre es lo más fácil de mi día. A veces lo único que consigo es mirar con ojos de tolerancia y de cansancio e impaciencia, que no son ni mucho menos lo mismo que los ojos de amor.
Así que sí, mi Maestro, quiero volver a ver. De la forma en que solía hacerlo, de la forma en que debería hacerlo, de la forma en que Tú construiste mis ojos morales. Para ver en todos los que se cruzan en mi camino hoy, no un enemigo al que hay que combatir, ni un tonto iluso al que hay que persuadir, ni un blanco fácil de manipular, sino un hijo tan amado por Ti que estuviste dispuesto a colgarlo en una cruz para que pudiera tener la prueba de que Tú nunca lo dejarías, por mucho que lo rechace y gruña y se aleje dando un portazo en tu cara.
Déjame ver, sólo por un día, con Tus ojos. Porque mi visión está tan nublada y comprometida que me pierdo la belleza frente a mis ojos, viendo sólo los premios y el terror y la tolerancia, el agotamiento y la impaciencia. Déjame ver a la persona que está a punto de irritarme con su opinión mal informada y en mayúsculas como un niño al que quieres, y una hermana/hermano a la que necesito amar. Déjame ver el amanecer como una maravilla que no hay que perderse, y el día que se avecina como una alegría en la que deleitarse, y los terrores temibles como una oportunidad, y los premios relucientes como una distracción agradable pero innecesaria. Sólo déjeme ver, mi Maestro. Eso es todo lo que quiero.