Salmo 80; Neh. 9:1-25; Apocalipsis 18:1-8; Mateo 15:1-20
Es lo que sale de nosotros, no lo que entra, lo que contamina. Puede que no haya tenido una infancia perfecta (no la tuve, pero la perfección no es real, y la mía fue bastante dulce en general), puede que no haya tenido todas las oportunidades que tuvo mi vecino (soy un hombre blanco de clase media; tuve más oportunidades que muchos de mis vecinos, pero esto es un discurso retórico, sigan), puede que me hayan ensuciado aquí y dejado atrás allí. Sin embargo, esas circunstancias no me definen. Es lo que sale de mí -la paciencia o la exigencia, la ira o la alegría, el perdón o el resentimiento, todas ellas elecciones que hago consciente o inconscientemente- lo que me eleva o disminuye a mí y a mi mundo.
Elijan, amigos. Elijan la vida. Elegid la alegría. Elegid dejar las pesadas cargas de la culpa y la vergüenza y el rencor que os agobian de tal manera que apenas podéis moveros. Elegid. Porque aunque las circunstancias no hayan sido tan amables y gentiles contigo como desearías, la forma de vivir tu vida sigue dependiendo completamente de ti. O podemos pasarnos la vida reviviendo la suciedad que nos hicieron hace 38 años personas de las que ya ni siquiera conocemos una dirección de trabajo. Elige que la fe, la esperanza y el amor sean el producto que tu corazón bombea a un mundo sediento.
